martes, 22 de noviembre de 2011

A.M.

Los gritos habían quedado atrás. Al contrario de noches anteriores, de situaciones anteriores, esta vez no le interesaban. Había algo que era más fuerte, algo que anhelaba y no iba a dejar que nada se metiera en su camino.
Creyó que la noche estaba fresca, se abrigó. "De más" pensó mientras caminaba, pero no había vuelta a atrás. No iba a volver.
No tenía apuro, pero sentía que debía caminar rápido. Pensó en que su vida era una sucesión de llegadas tarde; esa noche no podía volver a pasar.
Alternó cuadras en silencio, con cuadras en las que interpretó algunas canciones. Un repertorio bastante variado para las pocas esquinas que debió atravesar.
Hasta que en un momento algo se le cruzó por la cabeza, era sobre el momento, o sobre lo que dejó atrás, o sobre lo que lo esperaba al final del recorrido. O capaz era todo eso junto. Si, días de pensar y pensar, de sentirse incomodo y de golpe, caminaba por calles de su barrio y la noche tenía olor a libertad.
Ese olor increíble le llenaba su cuerpo de vida.
Lo habían invitado a desaparecer de la Tierra una noche y esas cosas no se rechazan.
Tocó el timbre, este le devolvió un sonido que lo dejó descolocado. Vio movimiento, sonrió y todo dejó de importar.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Can you see the real me?

Algunas veces, ciertos actos que repetimos a lo largo de un pequeño período de tiempo, construyen diferentes versiones de nosotros.

Versiones que se apoderan de nuestras vidas.

Que van a trabajar por nosotros.

Que rinden exámenes y hasta se toman el atrevimiento de salir con aquella chica que creíamos que sólo existía en sueños.

Muchas veces no nos damos cuenta de esta situación y seguimos nuestras vidas tranquilos. Hacemos lo mismo de siempre, frecuentamos los mismos lugares, hablamos con la misma gente. En fin, vivimos sin darnos cuenta que ese otro anda dando vueltas. Recorre nuestra ciudad vendiendo imágenes de quienes seguramente alguna vez fuimos (porque sería hipócrita negarlo), pero que hace tiempo que no somos.

Por si le interesa a alguien, ese es uno de mis mayores miedos: temo que no puedan ver al verdadero yo, aquel que siempre quiere tomar el camino de las espinas porque encuentra el placer en ver brotar esas gotas de sangre que le marcan que aun está vivo y que por ello está en perpetuo cambio.

Que aun puede seguir buscándose y encontrándose una y otra vez.

Y sufriendo, porque siempre se sufre, porque sino esa mueca que las convenciones llaman “sonrisa” no tendría el más mínimo valor cada vez que se hace presente.